Por: Luis Fernel Bonilla Rosero
Presidente del Consejo de administración
El sentimiento cooperativista es tan antiguo como el hombre mismo. La historia de la humanidad nos presenta momentos institucionales fundados en la solidaridad y en ayuda mutua. Los babilonios fueron agricultores y en su organización social hay rastros de procesos solidarios y mucha colaboración entre familias. Los griegos y los romanos desarrollaron ejercicios organizativos para el entierro de sus muertos y seguridad de las familias. Aunque su forma de organización fuera precaria, su génesis estaba orientada a la colaboración y el asumir colectivamente la solución de sus problemas.
En la modernidad el cooperativismo es una consecuencia económica del capitalismo. La explotación del trabajador por parte de los opulentos patrones y número creciente de necesidades insatisfechas, dio lugar a la iniciativa de los siete obreros de Rochdale (Inglaterra) de fundar en 1844 la primera cooperativa; aparece como una asociación de defensa de los intereses de los trabajadores contra sus explotadores, una reacción de defensa de los asalariados contra el capitalismo.
Podemos apreciar que el Cooperativismo en el sentido moderno es una conquista reciente, primero, su avance se debe al régimen capitalista y la concreción jurídica de la libertad del trabajo y de asociación; y segundo, el espíritu cooperativo ha existido en todas las épocas de la humanidad y ha logrado su concreción bajo formas solidarias de ayuda mutua.
En el pasado reciente -año 2020- lo vivido por la sociedad en el mundo, producto de la llegada del coronavirus, cambio de las dinámicas laborales, empresariales y diferentes formas del encuentro de los seres humanos en los escenarios productivos. La pandemia les exigió a la sociedad, los gobiernos y las familias proteger la vida y la salud de las personas, previniendo los encuentros personales y eventos grupales. Este periodo, de mucha preocupación de la humanidad por la amenaza a la salud de los humanos y conservación de la vida aceleró la presencia en los hogares, centros de estudios, espacios de formación y en los sectores productivos y empresariales, la llegada de aparatos tecnológicos como el computador y el celular y la comunicación a través del internet. Incluimos en la vida diaria empresarial, familiar y escolar los aparatos digitales, para continuar con nuestra cotidianidad: productiva, formativa y social, para proteger la vida.
La inserción de la tecnología en la vida social y empresarial, fue perfilando nuevas formas para simplificar la vida de los clientes y su relación con las entidades financieras y en particular en las cooperativas y de esta forma lograr relaciones edificantes de protección y seguridad, en lo personal, para los asociados y sus familias.
Este giro de las entidades financieras, hacia la utilización y apropiación de los procesos tecnológicos, exigencia del mercado financiero, está dejando ver en el movimiento cooperativo varios momentos y escenarios que ha modificado el relacionamiento de las personas con la vida cooperativa:
Distanciamiento físico de los asociados y la cooperativa; ruptura de las formas de encuentro que la asociatividad solidaria promovió, al interior de la vida de las cooperativas; disminución del calor humano que determinó la base social y el acicate primigenio, que le dio sustento y fundamento al cooperativismo, como escenarios asociativos de respuesta a formas capitalistas que empobreció a sectores sociales e ideas de negocio nacientes. Hoy, muchos asociados todavía añoran los momentos de encuentro, donde se discutió y aprendió de cooperativismo, pero sobre todo se construyó y cimentó comunidad solidaria.
Grandes posibilidades del negocio solidario de avanzar en el conocimiento del cliente, a través de la data science y los canales digitales, mayor conocimiento de la información de los asociados, que nos permite promover el servicio a partir de las necesidades de las personas y de los diferentes segmentos sociales: neuromarketin
Proteger el negocio y el patrimonio de los asociados; los avances tecnológicos traen consigo riegos emergentes que exigen mayores y mejores controles de protección de la empresa y el dinero de los asociados, de parte de los líderes de procesos de la cooperativa; por ejemplo, el riesgo financiero; probabilidad de ocurrencia de un evento que tenga consecuencias financieras negativas para la organización: Riesgo de crédito, Riesgo de liquidez, Riesgo de mercado, riesgo operacional y otros.
Los procesos tecnológicos contribuyen; a mejorar el indicador de eficiencia operacional a través de la estandarización de procesos en las operaciones del negocio, reduciendo costos, ahorrando tiempo y minimizando errores, por lo tanto, aumenta la productividad. Los procesos estandarizados, permiten identificar de forma rápido las fallas y posibilidades de mejoras del sistema.
A partir del año 2020, el uso de la tecnología nos permitió que las reuniones de comités, subcomité y asambleas de delegados se realizaron de forma virtual, donde el ahorro en dinero fue considerable para la empresa; además, mejor aprovechamiento del tiempo por parte de asociados y funcionarios, contribuyen de esta forma a mejorar la participación en los procesos democráticos de la cooperativa.
En los procesos transaccionales, la tecnología facilita la comercialización de los diferentes productos del sector, permitiendo dinamizar la colocación y captación de recursos, mejorando las relaciones asociados - empresa, dinamizando la participación de los asociados en el negocio de la cooperativa.
Por los altos costos de la tecnología, se debe promover las alianzas estratégicas entre cooperativas, desarrollando productos que beneficien al mayor número de ellas y de asociados, haciendo real el sexto principio cooperativo, cooperación entre cooperativas
[1] Adonon Fabien; El movimiento cooperativista en el África Negra de habla francesa.