Por: Luis Fernel Bonilla Rosero

Presidente del Consejo Administración

La realidad del mercado financiero y la falta de oportunidades productivas, el desempleo, la exclusión, la desigualdad, la pobreza y la precariedad de la vinculación laboral para la mayoría de la población en Colombia y América Latina, plantea unos desafíos y retos a la economía Social y Solidaria (ESS) para asumir el compromiso de organizar a las comunidades en unidades productivas que disminuyan las necesidades laborales y de desarrollo social para sus familias y comunidades.

La propuesta de la ESS, hace frente a la economía capitalista, que se distancia de la realidad de los sectores pobres, y marginados en los países emergentes, que residen, en su mayoría en la periferia del país y en los cordones de miseria de la gran ciudad.

La economía capitalista, financiada por el gran capital y muy distante de la realidad de la sociedad colombiana, está centrada en el crecimiento ilimitado de la producción y del consumo que promueven los medios de comunicación; siendo una economía donde su mayor interés es el lucro y maximizar los beneficios de los dueños del capital, que solo deja precariedad, pobreza y desigualdad social en los territorios.

Esta dinámica genera un poder económico y financiero poco democrático, que se impone como única alternativa de desarrollo, muy distante de la vida de las personas y grupos sociales, donde la incidencia y participación del pueblo es mínima. Además, trasmite una imposición cultural que la instala como forma única de hacer economía y generar procesos productivos, borrando de tajo otras alternativas productivas y de desarrollo local que históricamente han sido solución real para las comunidades. 

En general, la economía capitalista incentiva la competitividad y el lucro para los dueños del gran capital, logrando masificar los beneficios, mayor productividad y crecimiento económico, promoviendo en la comunidades y pueblos desigualdad, explotación, competencia y relaciones de poder y dependencia. La ESS, lucha contra el modelo anterior, promoviendo la cooperación y la ayuda mutua para el bien común, en dirección de tratar de resolver las necesidades humanas fundamentales de las personas y los colectivos sociales, logrando eficacia económica y mayor impacto social, a través de dinamizar el mercado comunitario.

La ESS, la estructura un proyecto común e inclusivo que “consolida los valores universales que deben regir la sociedad y las relaciones entre toda la ciudadanía: equidad, justicia, fraternidad económica, solidaridad social y democracia directa” (REAS, 2011).  En las relaciones interpersonales y de grupos sociales se debe fortalecer;  responsabilidad, honestidad, transferencia, autogestión, igualdad  cooperación, ayuda mutua y democracia.

De ahí que sea tan importante generar sinergias en los procesos educativos al interior de la escuela. Entender las necesidades a través de rostros y sentimientos de la sociedad que dejan ver desigualdad y necesidades de vinculación social.

Los niños y niñas que ingresan por primera vez a la escuela, llegan cargados de expectativas y sueños, con un mundo de preguntas que esperan ser resueltas por maestros, compañeros y todas las personas que se cruzan en su camino en los encuentros diarios en el aula; pero sobre todo, ansiosos de conquistar nuevos amigos y amigas para jugar, soñar en colectivo y gozar con los otros. Es un nuevo espacio que desconoce sus relaciones, formas de escuchar, hablar, de tocar  y aprender. Vienen de culturas diferentes, donde en ocasiones es el centro de atención de un puñado de personas que conforman la unidad familiar.  

La escuela debe articularse y nutrirse de la filosofía de la ESS, de los valores que le dan cuerpo y forma de desarrollo social y comunitario de los pueblos y comunidades.

El proyecto Educativo Institucional, las prácticas pedagógicas y el currículo debe moverse hacia valores sociales y de encuentro con el otro y con los otros; hacia la ayuda mutua a través de la producción colectiva del saber, el trabajo colaborativo y fortalecer el encuentro; generar procesos sociales, para desarrollar opciones de razonamiento para afianzar el encuentro y la socialización como vehículo de seguridad personal, desde el respeto de la palabra de cada uno y de los otros; organizar espacios y escenarios para construir habilidades escolares y festejar el nuevo conocimiento como un logro colectivo.    

Aquellos niños que vienen de culturas diferentes y ajenas al mundo académico, tienen formas de razonar y de comunicarse muy cercana a su medio social, la escuela debe propender por la promoción del respeto por el otro, desde sus apreciaciones y sentimientos, principio fundante de las relaciones interpersonales y la construcción de personas respetuosas y que contribuyen a consolidar una sociedad más igualitaria.

Los educadores nos compete presentar a los estudiantes los nuevos saberes, como una producción colectiva de la historia de la humanidad, que debe ser revisada y trasformada desde nuevas realidades sociales y comunitarias de vida de los pueblos, articular ciencias y saberes populares; propiciar en los aprendices el interés por sus propios relatos y por su propia historia y ayudar a dar respuestas a sus inquietudes como estrategias de  apropiación social.

Hay que diseñar una nueva escuela con sentido social, donde la equidad,  la democracia, la participación través de la voz, sueños e iniciativas infantiles muevan y vehiculicen el encuentro de los estudiantes y la producción de los saberes sea el esfuerzo colectivo; donde el educador y las familias se articulen para referencias y dar formas a personas, que se respeten y se apoyen en iniciativas sociales para construir nuevos saberes para un desarrollo social más humano.    

Fuente:

  • Askunse, C (2007). Economía solidaria.
  • Guerra, P (2004). Economía de la solidaridad. Una introducción a sus diversas manifestaciones teóricas.